MUSA

Me he dado cuenta que solo me inspira el drama, las lágrimas, el caos. Mi vida parece una lúgubre autopista vacía por la que la existencia pasa con el más triste de los pesares. Solo muestro aquello que lo vuelve todo más hostil. Que la alarmante situación nunca fue tal como muchos pensaron! La retórica es lo mío dicen. Me gusta jugar con las intenciones: hacerte creer que el mensaje es uno, pero nada nunca es tan sencillo como parece. Siempre hay algo más allá de las meras apariencias. La libertad es adictiva, pero siempre habrá un miedo que te pare los pies. A lo lejos una voz gritó. Su llanto me hizo despertar. La voz más preciada en mi vida alertó de su miedo y no pude obviarlo más. 

Me he dado cuenta que solo me inspira el drama, las lágrimas, el caos. Es por eso que estoy en una crisis creativa. Cuando tu musa se desvanece todo pierde sentido. Pero las musas vienen y van, y siempre hay que encontrar otra. Siempre he escrito como terapia. Por eso mismo soy experta en oscuridades. Y ahora que la vela prende, las ideas se desvanecen. Se van. Vuelan lejos. Tan lejos como aquello que las alimentaba. Es esta relación amor-odio tan detestable como adictiva.

Después de la tormenta viene la calma. Bueno, al menos eso es lo que dicen. Pocas veces he experimentado eso. Tormenta, llovizna, lluvia... Conozco todas las sensaciones y creo que la que más me gusta es aquella en que un rayo atraviesa el cielo ennegrecido. La luz diverge y llena. Llena de vida. Una vida que invade y arrasa las costas, como el mar. Eterno lugar de paz. Aquel que me recuerda a tus ojos. Y del oleaje nació una Venus, otra más. ¡Como si no tuviésemos suficientes! Vino la belleza, el bienestar, la paz... La musa que tanto ansiaba. Dejaron atrás todo aquello que rompía la armonía de la cadencia. Y al fin, esta pudo sonar.

La musa inundó todo paraje llenándolo de las mayores delicias. La gente paraba al verla. Ella era inspiración. Arte. Era todo lo que podía añorar. Los vívidos colores que desprendía nunca fueron concebibles para aquella que paseaba por la lúgubre carretera a la que llamamos nuestra vida. La gente lo notaba. Me lo preguntaban al pasar: "¿Te pasa algo, Clàudia?". Yo solo podía seguir sonriendo y decirles: "No! ¿Qué me debería pasar?". Pero por las noches la duda venía a buscarme. Me asaltaba y generaba en mi mil y una inquietudes. "Oh musa divina, ¿qué me has hecho?" Luz. Me has dado luz. Ahuyentaste mis fantasmas, las lágrimas, el caos. Magia que estabiliza espolvoreas. Magia que lleva tu nombre. 

Me he dado cuenta que ya no solo me inspira el drama, las lágrimas, el caos. Hay algo más allá de toda desgracia. Hay vida en los recónditos lugares por donde solíamos pasear cuando el futuro era incierto y abrumante. La volatilidad de los hechos es aterradora, pero siempre me han dicho que tengo un carácter fuerte. Pero para romper esta coraza tan solo has bastado tu, dulce y extasiante musa que lo has llenado todo de tu paz. Has manchado esta crisis creativa con tu gracia y color. Es por esto que ya no concibo la vida sin el reflejo de tu alma.

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